Todo comenzó como un poco intencionado ejercicio de reinvención de sus viejas imágenes. Raúl Gasque imaginó cómo resultarían sus fotos si a través de la fusión de acrílicos y óleos lograba exaltar el color y el contraste de su mundo interior en un lienzo a través de los trazos azarosos producidos por su espátula y sus dedos. El resultado fue más allá de sus propias expectativas, dotado de una fuerte carga de emotividad. “He observado mucho la manera de pintar de gente como Jackson Pollock y Vlady, quienes parten más de un patrón sensible y profundo del color que de un patrón técnico establecido de la pintura”, subraya. Fotógrafo de primer oficio —le es imposible considerarse pintor—, Gasque explica que la fotografía y la pintura lo obsesionan en partes iguales. “Mi admiración por un fotógrafo como Henri Cartier-Bresson es paralela a la que tengo por un pintor como Joaquín Clausell”, explica. “A la hora de la práctica de mi fotografía, mi obsesión es lograr la densidad y contraste de color perfecto, es por eso que la saturación irreal de mis fotos es una constante”.
El material y la superficie de sus fotografías es variable: echa manoigualmente de canvas, papel de algodón y papel glossy, y en cada uno encuentra una manera muy diferente de recibir la pintura. “Podría decir que hay una metáfora en este proceso con la recepción del amor entre las demás personas”, dice. Así, en un acto sinestésico, Gasque transforma sus fotografías en una especie de radiografía sentimental de sí mismo. “En el momento de la creación, todo parte de un sentimiento muy egoísta: todo empieza en mí y acaba en mí, es un viaje muy íntimo porque en estos remolinos de sensaciones y de desquite con la imagen me preocupo nada más por mi satisfacción íntima”, confiesa. Pero esta libertad no lo exime del escrutinio del otro. “Pienso que el valor de lo abstracto es que dejamos de ver cosas de la superficie para empezar a ver cosas íntimas, y es esta mi aspiración a la hora de exponer mi obra ante los demás”, agrega. Para él, su obra se abre ante el espectador como un test de Rorschach, deseosa de proveer una sensación de exploración del que ve, no del que pinta. Otra vertiente de su creatividad la desarrolla detrás de una cámara de video, a donde transporta el concepto de densidad y saturación de color en las imágenes. “Los lugares que fotografío o grabo son, por lo general, sitios por los que ya he pasado, los he observado con detenimiento. Después me creo una historia, la cual es un pretexto para capturarla». //