Raúl Gasque-Sansores // La palabra es sinestesia

ImagenTodo comenzó como un poco intencionado ejercicio de reinvención de sus viejas imágenes. Raúl Gasque imaginó cómo resultarían sus fotos si a través de la fusión de acrílicos y óleos lograba exaltar el color y el contraste de su mundo interior en un lienzo a través de los trazos azarosos producidos por su espátula y sus dedos. El resultado fue más allá de sus propias expectativas, dotado de una fuerte carga de emotividad. “He observado mucho la manera de pintar de gente como Jackson Pollock y Vlady, quienes parten más de un patrón sensible y profundo del color que de un patrón técnico establecido de la pintura”, subraya. Fotógrafo de primer oficio —le es imposible considerarse pintor—, Gasque explica que la fotografía y la pintura lo obsesionan en partes iguales. “Mi admiración por un fotógrafo como Henri Cartier-Bresson es paralela a la que tengo por un pintor como Joaquín Clausell”, explica. “A la hora de la práctica de mi fotografía, mi obsesión es lograr la densidad y contraste de color perfecto, es por eso que la saturación irreal de mis fotos es una constante”.

El material y la superficie de sus fotografías es variable: echa manoigualmente de canvas, papel de algodón y papel glossy, y en cada uno encuentra una manera muy diferente de recibir la pintura. “Podría decir que hay una metáfora en este proceso con la recepción del amor entre las demás personas”, dice. Así, en un acto sinestésico, Gasque transforma sus fotografías en una especie de radiografía sentimental de sí mismo. “En el momento de la creación, todo parte de un sentimiento muy egoísta: todo empieza en mí y acaba en mí, es un viaje muy íntimo porque en estos remolinos de sensaciones y de desquite con la imagen me preocupo nada más por mi satisfacción íntima”, confiesa. Pero esta libertad no lo exime del escrutinio del otro. “Pienso que el valor de lo abstracto es que dejamos de ver cosas de la superficie para empezar a ver cosas íntimas, y es esta mi aspiración a la hora de exponer mi obra ante los demás”, agrega. Para él, su obra se abre ante el espectador como un test de Rorschach, deseosa de proveer una sensación de exploración del que ve, no del que pinta. Otra vertiente de su creatividad la desarrolla detrás de una cámara de video, a donde transporta el concepto de densidad y saturación de color en las imágenes. “Los lugares que fotografío o grabo son, por lo general, sitios por los que ya he pasado, los he observado con detenimiento. Después me creo una historia, la cual es un pretexto para capturarla». //

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Kikyz Ferrer // Poética de lo abyecto

Kikyz 1313SÓLO EN LO ABYECTO DE LA MUERTE, en la brutalidad de los fluidos internos que se cuelan entre órganos desmembrados, yace una estética oculta de lo vil, una poética evocadora que nos confronta con nuestra naturaleza mortal y que espera ser descubierta. Sabemos que no nos gusta pensar en la muerte porque rechazamos la idea del cuerpo incompleto. Es por eso que si lo hacemos, pensamos en una muerte etérea de cadáveres inmaculados cuya belleza recuerda al de una obra de arte renacentista: ojos cerrados, sonrisa en los labios, expresión de paz de quien ha encontrado algo bello en el otro lado. Ropas angelicales y flores entre los dedos enlazados son otros recursos para completarlo. Sin embargo, para Laura Lucía Ferrer (Querétaro, 1988), el uso de objetos grotescos en el concepto de la muerte nos enfrenta con nuestra propia naturaleza. A través de su obra, esta joven artista graduada de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro, pretende entender al cadáver como el delirio que nos desapega de la materia. Así, en las series Cadáveres Esquicio y Cadere Innocens encontramos niños pequeños, cuerpos mutilados, órganos expuestos y elementos orgánicos que se funden con las entrañas anónimas en una atmósfera etérea, casi naïf, que contrasta con la brutalidad de los cuerpos magistralmente detallados a través de texturas y trazos. “La idea es descontextualizar a la muerte basándola en la figura grotesca explícita, para situarla en un concepto más estético que, a través del detalle, se vuelva asimilable para el espectador , explica la artista. De esa manera, la conocida como Kikyz Ferrer busca evocar una respuesta emocional en quien observa y, dicho sea de paso, generar una re-examinación de lo que consideramos canónicamente como bello, porque sí, la carne muerta también puede ser bella, incluso si se cae a pedazos. Usando grafito, las posibilidades infinitas de la tinta y ocasionalmente algo de acuarelas o acrílicos diluidos, Kikyz Ferrer abre las puertas de la enfermedad, la suciedad y el decaimiento del cuerpo humano que se ve inexorablemente atrapado en su ciclo natural de vida. //

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Rodolfo Loaiza // El lado oscuro de Disney

loaiza_LG_afterlovingJOSÉ RODOLFO LOAIZA ES UN ARTISTA POP nacido en Mazatlán, Sinaloa en 1982 y asentado en Los Ángeles, California. Su trabajo circula en diversas galerías alrededor del globo, a la vez que ha aparecido en publicaciones de la talla de Vogue.
Para él, Disney fue una especie de escuela visual primaria, su primer contacto con el mundo de las artes visuales. ”Cuando era niño pasaba horas observando el colorido de los personajes y los fondos que decoraban las escenas. Más que las historias, me sorprendían los paisajes, la animación, los entornos; todo eso resultaba un festín visual en esa primera etapa”, recuerda Loaiza.
Está claro que para aquel niño, las películas de Disney eran algo más que entretenimiento. Conforme se fue adentrando en el mundo “serio” del arte, le llegó a influenciar el arte neoclásico del siglo 18 y el academicismo del 19; después el surrealismo, el arte pop, y en sí las vanguardias y la rebeldía que trajo consigo el siglo 20. Licenciado en diseño gráfico por el Instituto Tecnológico Superior de Sinaloa, Rodolfo Loaiza empezó a tener mucha influencia de la publicidad, mercadotecnia, los cómics y medios electrónicos. Fue en el proceso de experimentación y en la búsqueda de un lenguaje visual propio donde notó por primera vez que en muchas de sus pinturas aparecía, en algún detalle, un personaje que aludía a la animación estilo Disney. “Entonces me adentré un poco más en el pop art y estudié las principales figuras de este movimiento: Warhol, Lichtenstein, Rauschenberg… Esto me llevó a descubrir el Lowbrow art, un arte caracterizado por un sentido del humor más negro, fresco e irreverente, con el que me sentí identificado”.

La invención de una gramática pop. “Fue a finales de 2007 cuando decidí iniciar una serie donde reinterpretaría a los personajes Disney, esto como una forma de tributo a todas esas influencias que recibí en el pasado. Estudié, por ejemplo, las acuarelas en los backgrounds de Blancanieves de 1937 o la producción de los paisajes al óleo de Bambi de 1942”, explica. “El trabajo que se hizo en esos años me sigue pareciendo sorprendente, y un poco de esto generó la tentación de la reinterpretación y la parodia”, agregó. “Respecto al discurso de mi trabajo y contrario a lo que se pudiera pensar, la crítica que hago no es para Disney. Es un proyecto que retrata un poco mi percepción de nuestra sociología contemporánea, una especie de retrato de la época en la que vivimos”, subrayó. “Las historias que Disney ha usado en sus producciones que a su vez han sido tomadas de otros autores, historias que hoy en día son universales, como Blancanieves y los Siete Enanos, de los hermanos Grimm, o Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, fueron también motivo de inspiración para proponer un diálogo más contemporáneo, y son estos personajes los que me parecieron más interesantes para hacer un contraste entre nuestras primeras fantasías y la realidad de nuestros días”, dijo. Esto y un poco de rebeldía instintiva, sumado a su innegable atracción por la cultura pop, es lo que le ha permitido apropiarse de un lenguaje propio. Y ya lo ha confesado: a Loaiza le impactan más nuestras propias filias modernas que el más disparatado cuento de hadas.
Disasterland y Disenchanted. Hasta hoy, dos series son las que le han abierto un lugar especial en el movimiento Lowbrow. En Disenchanted, Loaiza descontextualiza los más emblemáticos escenarios y personajes de Disney para ponerlos en situaciones risientes, trágicas y hasta eróticas. En Disasterland, el sinaloense analiza la forma de vida que tuvieran estos personajes de existir en un mundo donde la fama y la exposición pública son una realidad: nuestro mundo. Drogas, homosexualidad, obesidad y otros excesos no podían quedarse fuera de estos páramos muy lejanos a los finales felices. Por ahora, Loaiza trabaja en un tercer proyecto, Disfame, que presentará en Los Ángeles en el verano de 2013. //

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Margaux Lange // Deconstruyendo a Barbie

COMO UN EXAMEN Y UNA CELEBRACIÓN sobre su propia relación con la muñeca más famosa del mundo es como Margaux Lange (Lake George, New York, 1979) define Plastic Body Series, una colección de arte-objetos portables en los que echa mano de las partes de Barbie. En entrevista, la neoyorquina arroja luz sobre sus motivos artísticos.

¿Cómo describirías tu trabajo?
—Mi Plastic Body Series es joyería de arte hecha con partes de muñecas Barbie, plata esterlina y resina. Es una especie de  examen y una celebración personal, así como de las culturas pop, acerca de nuestra relación con Barbie.

¿Qué te inspiró para convertirte en un artista de la joyera?
—Mi primera introducción a la orfebrería fue en la secundaria (Lake George, Nueva York). Sin embargo, yo no sabía que yo quería ser joyera hasta la universidad (BFA: El Maryland Institute College of Art, Baltimore, MD. 2001). La joyería era para mí una manera de conseguir arte fuera de la pared y en el cuerpo, por lo que podría ser más íntimamente vivido y compartido con los demás. Me encanta el diálogo que generan las joyas con el arte.

De niña, ¿tu experiencia personal con Barbie fue positiva o negativa?
—Yo estaba obsesionada con las muñecas Barbie cuando era niña. Me pasaba horas creando escenarios y detalles para ella y el mundo en miniatura en la que ella existía. Jugar con Barbie me ayudó a desarrollar mi creatividad y fortaleció mi atención al detalle. Casualmente, estas son habilidades que son imprescindibles para el arte de hacer joyas. Las muñecas Barbie jugaron un papel fundamental en el desarrollo de mi infancia. Usé las muñecas como una herramienta para explorar las relaciones humanas en mi propia vida, así como vivir mis fantasías. En las manos de un niño, Barbie puede ser una fuente de poder a través de este medio de exploración y creatividad. Mi experiencia con Barbie fue singularmente positiva.

¿Alguna vez «destruiste» barbies cuando niña?
—Más allá de algunos cortes de pelo horribles y caras rayadas con bolígrafos Sharpie, no, nunca destruí mis muñecas Barbie cuando fui niña.

¿De dónde sacas todos los muñecos que usas como materia prima?
—Es importante para mí que los muñecos sean objetos de segunda mano y que hayan tenido una vida anterior en las manos de un niño. Esto se ha convertido en un elemento clave para la base conceptual de mi trabajo. Encuentro muñecas por todas partes: eBay, mercados de pulgas y ventas de garaje. Por supuesto, siempre estoy aceptando donaciones de niños listos para librar a su vida de las telenovelas de plástico. Tengo literalmente miles de muñecas Barbie usadas en mi estudio para echar mano de ellas. Me gusta que las muñecas son reutilizados después de que hayan sido descartadas y que puedan contribuir a los vertederos de arte.

¿Como responde la gente a tu trabajo? ¿Cómo te sientes acerca de sus reacciones?
—El rango de respuestas que obtengo es una gran parte de lo que me impulsa a continuar con esta serie. Me encanta que todo el mundo trae su propio bagaje sobre Barbie, que es un indicativo de su propia relación con ella, o sentimientos sobre el icono que representa. Mi objetivo ha sido crear un arte que una amplia gama de la gente puede relacionarse con él.  Plastic body series es buscado por los coleccionistas de joyas de arte, nostálgicos de Barbie y personas audaces que no tienen  miedo de portar un objeto que puede desencadenar una conversación. Algunos responden con humor, o los alimenta un sentimiento de nostalgia. Algunos lo usan como una declaración feminista y otros simplemente lo aprecian porque saben que es algo único, hecho a mano. Acepto todas las respuestas. Mientras la gente están reaccionando y hable de ello, eso es una cosa buena. //

Brooke Shaden // Un país debajo de la cama

UNA SILUETA QUE FLOTA dormida en el vacío. Un país debajo de la cama. El secreto impronunciable que viaja con el viento. La eternidad de un cuerpo sumergiéndose en el agua… Para esta fotógrafa nacida en 1982 en Lancaster, Pennsylvania, estos son sólo algunos de los mundos que se permite habitar a través de la fotografía, donde lo imposible se vuelve posible, y más aún, eternamente bello. Allá en el 2008, Brooke Shaden comenzaba a experimentar con el lente. Su primer tema fue ella misma a través de autorretratos, pero prescindiendo de su entorno natural, eligió posarse en lugares que hasta entonces sólo podía experimentar en sus más utópicas fantasías. Luego le fue imposible volver a la realidad que ofrecen las fotos de la calle, de la cotidianidad del vivir: su obra está hecha para cuestionar la definición de lo que significa estar vivo. Hoy Brooke Shaden nos acerca, en cuatro preguntas, a los límites de lo que presumimos como ‘realidad’.

Tus imágenes parecen cimentarse en el simbolismo y la composición. ¿Qué pasa por tu mente entre disparo y disparo?
Brooke: Cuando estaba en la escuela estudié mucho la literatura, y me fasciné con la idea de que nosotros como espectadores o lectores podemos mirar en un elemento, el todo. Los atributos y significados eran fascinantes para mí. Me encantó la idea de recoger una parte de un buen libro y averiguar qué me quería decir cada elemento, o lo que el autor quería decirme. Por eso ahora yo hago lo mismo con mi arte, tanto como me sea posible. Siempre estoy tratando de añadir pequeños detalles que tienen significados importantes para mí, de modo que cuando el usuario los encuentra, es un lujo añadido. Estoy muy interesada en la vida y la muerte, y cómo estos dos conceptos se relacionan entre sí, así que juego a menudo con esos temas.

—¿De qué técnicas echas mano para crear estas atmósferas surreales como de ensueño?
Brooke: Mi primer paso en cualquier proceso de creación es la planeación. Soy una organizadora compulsiva y la mayoría de mi trabajo toma alrededor de una semana para planificar, y luego una semana más para crearlo hasta que está listo para ser compartido. Creo que esto acentúa el surrealismo, ya que cada objeto dentro del marco se coloca intencionalmente. Yo uso varias técnicas en photoshop, como la clonación de un objeto cientos de veces, por ejemplo, para aumentar el surrealismo.

—¿Qué es la fotografía para ti?
Brooke: Es una manera de expresar mi imaginación. Yo no la uso para documentar mi vida o las cosas que me rodean, pero sí como documento de mi imaginación, y funciona también para mis temores. Uso la fotografía como una forma de crear los mundos en donde desearía vivir.

—¿Cómo es el proceso de creación de cada imagen?
Brooke: En primer lugar pienso mucho, ¡una semana! Después de crear bocetos y escribir algunos párrafos sobre la pieza, me pongo a fotografiar. La toma sólo dura unos diez minutos en promedio, y entonces puedo comenzar a editar. La edición es un proceso que suele durar alrededor de cinco horas, pero se puede extender a mucho más que eso, dependiendo de la complejidad de la idea. //

Claudia Hans // Imaginarios sobre Dios y la muerte

ImagenA LOS MÁS PEQUEÑOS se les aparta en lo posible del concepto de la muerte y se les niega la oportunidad de experimentarla de manera cercana. Es una reacción normal: los adultos temen enfrentar a los más chicos con conceptos que ni siquiera ellos dominan. Por eso no es raro que los padres pidan asesorías a los sicólogos sobre cómo hablar de la muerte con sus hijos. Claudia Hans (México, DF, 1977) es uno de los tantos especialistas que han abordado este tema tabú con los adultos. Su experiencia se ha  vertido en un proyecto fotográfico que, no obstante su aparente simpleza, arroja luz sobre aspectos medulares del ser y de nuestro apego natural a la vida, a través de tres series coexistentes entre sí. “Como adultos, siempre tratamos de evitar este tema con los niños, porque no sabemos cómo explicar algo que no podemos controlar. Para mí es importante darle voz a los  pensamientos, sentimientos y fantasías de los niños; por lo tanto, lo que intento mostrar en estas imágenes es su mundo interno”, explica Hans. El proyecto fotográfico, una mezcla de técnicas de retrato, fotografía documental y fotografía construida, tiene para ella un valor que va más allá de la imagen, debido al proceso sicológico que se generó frente a la cámara. Morido se compone de una serie de retratos cuyos protagonistas, escolares de entre cinco y doce años, son enfrentados con un ser inerte para registrar sus reacciones. “Elegí un pájaro porque es un animal que para ellos resulta inalcanzable, porque lo asocian a las alturas; si está en una mesa, para ellos es muy evidente que está muerto”, explica la autora. Las reacciones son un mosaico de variedades: uno evade la vista del objeto con cierta indiferencia; otro se tapa la cara, negando la presencia; otro más experimenta el objeto: lo toca, lo manipula en sus manos con cierta fascinación. El segundo proyecto, Cuando una persona muere, no es sino un registro de lo que los niños piensan que pasa cuando alguien fallece. “Ellos me platicaron lo que piensan que pasa cuando alguien muere, y yo los puse en un departamento vacío, con paredes pintadas como pizarrón negro, para que representaran gráficamente lo que me contaron y que decidieran cómo querían salir en la foto”, subrayó. Entonces, conjunta tres discursos: lo que el niño explica verbalmente, lo que representa gráficamente y cómo lo transmite al salir en la fotografía”. Debido a que muchas de las respuestas a la incógnita de qué pasa cuando alguien muere incluían la noción de “Dios”, luego vino Imaginarios sobre Dios. En esta serie, los niños formaron maquetas tridimensionales representando lo que ellos concretizan de la abstracción de “Dios”. //

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Fab Ciraolo // When classics taste better

UNA SERIE DE PERSONAJES que parecen salidos de un filme punk forman la serie Classics taste better, con la que Fabián Ciraolo se ha dado a conocer en diferentes latitudes, más allá de su natal Santiago de Chile, donde radica, tiene su estudio y hasta su banda de rock Oh Margot!   Se trata de grandes figuras representativas del siglo 20 en el cine, la televisión, el arte y la política, los cuales son sacados de su zona de confort y llevados a un punto donde se convierten en otra cosa: efervescentes amantes de la cultura pop, el punk y el rock n’ roll. Así, vemos a Dalí como fanático de Vampire Weekend y a la suculenta ‘Frida del Rey’, que no es sino Kahlo con un atuendo y pose que imita a la novísima Lana del Rey, y todo para provocar esa valiosísima sensación de extrañamiento que tanto aprecian los que trabajan con la imagen.  En entrevista, Fab Ciraolo intenta explicar los mecanismos que sigue su imaginación para traernos estos enigmáticos personajes a la vista. “Quería darles un giro a los personajes. La Frida fue la primera prueba que hice y me divirtió, y cuando encuentro algo que me gusta y me divierte suelo trabajarlo hasta que me aburre. Y lo curioso es que no los pensé como hipsters, no los trabajé con esa base sino que más bien me puse a agregarles las cosas que yo veo en la gente que encuentro en la calle, en mis amigos, en lo que tengo en la cabeza”, cuenta en entrevista virtual por Skype. Él quería trabajarla como una serie mucho más roquera, pero “quedó hispter y es hipster, y qué le voy a hacer”, suelta con tono desenfadado mientras fuma un cigarro frente al monitor, y se ríe de quienes opinan que Classics taste better es una sátira de lo hipster argumentando que no hay más oscuras intensiones en estos personajes, más allá del humilde deseo de impactar al ojo. Cuenta que la selección de los personajes la hizo con base en aquellos que le atraen estética o visualmente, que le parecieron interesantes de desarrollar más allá del entretenimiento. “Creo que cuando propones algo que logra provocar emociones, ya sea pena, alegría o hasta calentura, sabes que es un trabajo bien logrado”, dice. “Pero claro que también me senté a pensar: ‘¿Qué música estaría escuchando Dalí ahora?’ o a imaginar cómo sería la monísima Lana del Rey si tuviera el talento de Frida Kahlo”. Sobre la composición de sus ilustraciones, entre lo místico y la sicodelia, Fab Ciraolo se define como “muy consumidor de lo vintage, pero no de lo cliché, sino que tengo muchos recuerdos antiguos porque me crié en una familia de artistas, y mi infancia la veo en esos colores”, cuenta mientras una motocicleta pasa frente a su casa en la comuna de Las Condes y obstruye el sonido de la webcam. “Esas paletas de colores me salen solas, y los patterns los tengo muy adentro porque son recuerdos muy heavy de mi madre, ella tenía una fijación por decorar las paredes de nuestra antigua casa con este tipo de estampados”, rememora. El artista de 30 años también adelanta que todavía le quedan unos tres personajes por crear antes de dejar la serie, entre ellos el célebre Cantinflas, aunque confiesa que no le gusta trabajar series porque es “muy impaciente y me cuesta quedarme tranquilo y trabajar en una sola idea”. Sobre esta línea surge la plática sobre sus referentes mexicanos, donde son claros Frida Kahlo, Cantinflas y hasta el ‘Chavo del Ocho’, pues asegura que le encanta lo mexicano. Todavía recuerda con asombro cuando conoció la ciudad de México hace diez años. “Me emociono mucho cuando en Chile oigo hablar a una persona con tono mexicano”, cuenta. Ciraolo también tiene la serie Old school heroes, con la cual quería evocar la fantasía de la infancia y los años maravillosos, aunque jamás imaginó que terminaría dibujando un ‘He-Man’ con un pantalón de florecitas rococó. En estos trabajos, el chileno recupera sus personajes infantiles favoritos y les da este fabuloso tratamiento postmoderno, todo con una nostálgica añoranza: que lo vuelvan a sorprender como cuando era un chiquillo. //

Gaspar González // El juego nostálgico del nómada

UNA COLECCIÓN DE DIBUJOS infantiles le ha permitido al artista sonorense Gaspar González erigir una propuesta visual que fusiona dos universos creativos: el de su técnica plástica y aquel que se origina en la colorida imaginación de su hija Nicté. Como cualquier padre orgulloso, a Gaspar le gusta coleccionar los dibujos de su hija de siete años porque los encuentra bellos. Un día se le ocurrió una nueva forma de contemplarlos: mezclados en su obra para generar paisajes lúdicos, llenos de sueños y fantasías infantiles que interpretan el mundo interno de su hija y que establecen un puente entre el constructo familiar del individuo y los vestigios ontológicos del anterior nomadismo. Un viaje en familia. A través de fotocopias, Gaspar hace emulsiones para transferir estos dibujos a sus cuadros, donde siempre aparece también Nicté. “Se trata de jugar con los espacios, de colocar un elemento y ver cómo el paisaje se transforma”, dice el artista. “Lo que importa es la emoción con la que uno mueve las piezas”, agrega. Sobre la influencia del imaginario infantil de su hija, Gaspar señala: “uso sus dibujos porque de algún modo me identifico con ellos, porque me mueven, pero eso no significa que esta sea la visión de mi hija; más bien creo que estos dibujos son invitados en mis cuadros”. Las reacciones de la pequeña Nicté frente a estas creaciones son modestas. “Ella no comenta mucho con palabras cuando ve sus dibujos en mis cuadros, pero siento que le llena mucho y le sorprende, le gusta ver el trabajo, oler los materiales, el óleo; siento que a partir de eso ella va construyendo algo para sí, ella sabrá qué”, explica y de ahí dota a su obra de valor. “Siento que esta obra es muy familiar, no en el sentido de que sea clasificación A, sino que refleja todo lo que significa vivir en familia: las dichas, las tristezas…”, dice. Y es que al artista de 30 años todavía le sorprende recordar que antes de tener familia, pintaba como alguien solitario, y ahora que la tiene, lo hace inconscientemente como alguien que forma parte de un núcleo familiar. Recuerda con especial asombro cómo sus sueños cambiaron al nacer su hija. “Hasta en el inconsciente se refleja esto porque ahora, incluso en mis sueños aparecen mi hija y mi esposa”, explica. El sonorense compara esta experiencia con el antiguo nómada que va de un lugar a otro hasta que encuentra un lugar donde quedarse. “De ese cambio me parece más mérito que el hombre se atrevió a hacerse sedentario, porque sabía que al establecerse y parar de andar de un lado a otro, le iban a llegar sentimientos que en la marcha no llegarían: pensar en la muerte o en cosas que no le remitía el nomadismo. El hombre se arriesgó y yo creo que esto es muy de valorarse, y siento que mi obra plasma algo así en códigos: lleva algo muy humano”, precisó. “Quisiera definirla pero nunca puedo. Creo que el artista es así: muchos subliman, otros comunican; es la dinámica del arte que me gusta, y esto es lo que mis cuadros me hacen sentir, por lo menos a mí”. //

Mariela Sancari // El caballo de dos cabezas

Después del suicidio de mi padre, cuando teníamos 14 años, la vida de mi  hermana gemela, la de mi madre y la mía cambiaron radicalmente. Cada aspecto de nuestro destino como familia de clase media se vio interrumpido por su muerte. Huimos en un viaje sin rumbo hasta llegar a México… La ausencia se volvió presencia entre nosotras, fortaleció un vínculo entre las dos que ha dado lugar a un complejo universo de significados y roles, de recuerdos e ideas borrosas que terminan por tejer un universo cifrado entre la ficción y la realidad.                                                                                         —Mariela Sancari

HACE 16 AÑOS, un largo y metafórico viaje por carretera trajo a las mellizas Mariela y Gisela Sancari a México, alejándolas de su natal Buenos Aires. Allá había quedado un recuerdo roto: el suicidio del padre. Las hermanas siempre han sido muy unidas, tanto que son capaces de percibir cuando la otra está pasando un mal momento. Sin embargo, su dolor no puede ser el mismo. Mariela cargaba en su maleta algunos efectos personales de su padre: su mechero, un suéter, su sábana de cama. Por 15 años guardó celosamente la tragedia familiar a todas las personas con las que se fue relacionando en el Distrito Federal. Se sentía incapaz de hablar del padre; le quemaba los labios. Apenas el año pasado, Mariela participó en el Seminario de Fotografía Contemporánea que organiza el Centro de la Imagen. Allí recibió orientación de Ana Casas Broda, quien le ayudó a desarrollar su voz como autora. “Este seminario se enfoca en temáticas personales, en no buscar historias afuera, sino adentro de uno”, explica Mariela. Lo que Casas Broda observó aquel día de su primer encuentro fue imponente: por primera vez, Mariela confesaba el suicidio de su padre, y mostraba interés en realizar una serie de fotos que pudieran convertir los recuerdos en imágenes, que persiguieran a la memoria hasta el filo de la nostalgia. Así lo hizo. Primero tomó fotos de los objetos de su padre y anotó al lado la versión suya, y la de su gemela Gisela, haciendo una reflexión sobre el nexo que cada una establece con los objetos, dejando en evidencia eso que hizo necesario atesorarlos por más de 15 años. La segunda parte de la serie significó un grado mayor de apertura. Mariela fotografió escenarios cotidianos donde la ausencia del padre se vuelve presencia entre ellas, donde los secretos y la complicidad de hermanas, la rabia y la nostalgia, las identifica pero también las diferencia. Allí, las hermanas exploran el vínculo profundo entre ellas y el recuerdo del padre a través de sus objetos, recreando un imaginario complejo del corazón y la memoria. “No me gusta hablar de catarsis porque creo que es un término muy asociado al dolor. Y es cierto, mis fotos tienen mucho de dolor, pero me gusta hablar mejor del proceso creativo y de todos los caminos que abre”, señala Mariela. El Caballo de dos cabezas hace referencia al doble pastel con forma de cabeza de caballo que su madre les preparaba en su cumpleaños cuando fueron niñas. A través de él, Mariela logró volver al padre otra vez pronunciable. //